viernes, 7 de noviembre de 2008

BRINDIS

BRINDIS


Alguien dio la noticia: “se llevan a Don Julián” y de pronto corrían todos calle abajo camino de la Estación. El gordo Chávez, Jesusín el Arriero, la Trini, Ernesto, la pequeña de los Jiménez, doña Luisa, El Loco, Rafael. Todos. El pueblo entero corría.
Se tropezaban con las piedras, resoplaban, se animaban unos a otros. Decían a los más jóvenes: “¡Adelántate tú y di que esperen!”
Al pasar por las casas de puertas abiertas Nicolás cogió el trombón, otros dos agarraron casi al vuelo sus guitarras, Emilio salió cojeando con el acordeón y el chico pequeño de la Engracia apareció con unos platillos.
Llegaron al andén y el tren estaba entrando por la Vía. Diez minutos y volvería a arrancar llevándoselo lejos. Al norte, a un lugar frío donde para él ya no habría música.
Llegaron al andén y pararon en seco. La mujer joven de negro los vio, los miró, se levantó del banco. Se pasó una mano por el pelo y apretó aún más contra su pecho la urna que sujetaba.
Ellos se miraron sorprendidos. Enojados. No se esperaban eso.
El Gordo Chávez quería romper algo, Jesusín el Arriero buscó con la mirada al alcalde, él lo arreglaría. Rafael se rascaba la cicatriz del brazo. Fue la Trini, como siempre, la que lo entendió todo. “Aquí no hubo nadie que lo curara a él y la familia querrá tenerlo cerca. También tienen derecho”
Y sin hablar supieron que hacer: no le llorarían, no le ofrecerían de beber, no le harían más bromas, no le explicarían cuánto le habían querido ni cuanto le iban a echar de menos. Ya nunca más: “¡Hay don Julián véngase usted conmigo que se me ha puesto la mujer de parto!” Ó “Sí señor, con el ungüento que me dio, ya estoy mucho mejor de mis reumas”
Los músicos comenzaron a tocar. Desafinando con ímpetu al principio, ajustándose al ritmo poco a poco, para acabar sonando como una banda de ángeles juerguistas.
La mujer joven de negro los miró, los escuchó, relajó el rictus de la cara, se secó los ojos, aflojó los brazos y en un gesto de brindis, levantó la urna con las cenizas y llorando a carcajadas subió al tren.

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