Pero qué dices, hija, ese hombre no era un loco, ni un asesino. Pobrecillo, un ladronzuelo como mucho.
Es que desde que vivo aquí contigo y no en mi casa... cada vez me pasan cosas más raras. No me entiendo con los aparatos ni con tu cocina, si es que no sé ni dónde tienes guardados los cacharros.
Y el autobús, no es como el de mi calle, éste da tantas vueltas que te puede pasar cualquier cosa, pero vamos, en cuanto se subió al autobús lo vi venir. Lo calé en el primer momento, me dije: "Mari, cuidao, que éste no trae buenas intenciones"
Era... era... cómo te voy yo a decir, pues un drogadicto parecía, así vestido y sin peinar ¡se me heló la sangre en los huesos!
Y se me sienta al lado, yo venga a temblar, con el corazón que me latía en el puño, pensando: "éste cuando me baje se viene detrás y me quita el bolso".
Tuve que dejar de hacer punto, porque no acertaba a meter la aguja por ningún sitio.
A mí ya me robaron una vez y la verdad es que me dio igual porque el señor era muy elegante, pero ahora que llevo la foto de tu padre en el bolso ¡ay! ahora no me lo quita nadie. Con su marco y todo, llevo la foto.
¡Qué ojos tenía tu padre! era un hombre guapo, no como los de ahora, que todos parece que llevan tres días sin comer.
Yo ahí pensando en tu padre y rezando, si, rezando porque no quería que me quitaran su foto, y me apetecía mirarla pero me daba miedo abrir el bolso, por si acaso el drogadicto se anima y ni espera a que me baje para darme el tirón...y entonces ¡nena! empiezo a notar algo raro, como que se mete la mano en el bolsillo y yo ya sospechando, porque el bolso estaba cerrado y rezando porque no me pase nada que me temblaban tanto las manos que tuve que dejar la labor y concentrarme en tu padre...
En ese momento me miro las manos a ver si tiemblan y madre mía, el reloj ¡El hombre no quería el bolso, quería el reloj!
Pero mira que ese reloj a mí me gusta mucho, y el drogadicto que no se levanta ni nada, y yo pensando, mira éste que me roba el reloj y encima se queda aquí tranquilo, se cree que soy tonta o qué, el reloj, que me lo regaló tu difunto padre que en paz descanse y yo ahora sin mi casa y sin mis vecinas y en un autobús que no sé por dónde pasa y por dónde no, y encima sin mi reloj No, no , no, no, Así que así disimuladamente le clavo un poco las agujas de punto en el brazo y le digo "El reloj" y abro el bolso, porque total, de tu padre prefiero el reloj a la foto... y así muy digna cierro el bolso y me bajo aquí al lado de casa, y ahora que vengo a quitarme el abrigo ¡pues ahí está mi reloj en la mesita de la entrada! ¿y el que llevo en el bolso? pues no sé, será el del hombre...
3 comentarios:
JA JA JA JA! Me encanta me encanta! El relato es mío, peor el título y la fotazo son de Mircea... insuperable la imagen ¡Gracias!
Todo el mérito es exclusivamente de Ana. Aunque acepto agasajos.
Me gusta mucho el texto: sabe reproducir la manera de hablar de la gente más racial, visualizas a cualquier abuela de barrio cuando lo lees. Creo que saber observar el mundo exterior y retratarlo es más difícil que la introspección (y mucho más interesante literariamente hablando).
Anita, me parece genial este relato/retrato..¡y la foto! No tiene desperdicio. BIEN POR LOS DOS.
Publicar un comentario