Recuerdo a Iñaki tal como era yo a los veinte años. Tal como era él. Como era todo.
Le recuerdo como se recuerda a esas personas y esos momentos que te construyen y a los que con el tiempo solo podemos culpar o agradecer por darnos una parte de lo que somos.
Él tenía la magia que le permitía salir y volver a salir del hospital con vida. Mientras los demás estábamos viajando, estudiando o peleando por lo nuestro, él escribía. Palabras, relatos, cuentos. Imagino el gotero trabajando siempre lento en su brazo. Una palabra, otra. Palabras que él articulaba en estructuras mágicas y poderosas.
Él las escribía en esa época en la que sólo tomamos decisiones importantes, cuando el peligro podía darnos más ganas de seguir adelante y yo me preguntaba cómo lo haría, cómo sería la primera idea, el primer cuento, el aspecto del papel tachado y corregido, la cara de aquella enfermera y su mano al volver a dejar la hoja en la mesilla, cuidado no se despierte el chico. Una gota, otra. Una idea, una palabra, un cuento. Una vida.
Recuerdo que cada vez tenía que volver antes al hospital. Otro trasplante. Un intento más. Y otro. Y a los veinte años qué iba a saber yo de los trasplantes. Imaginaba a alguien con mascarilla separar una vértebra de otra, imaginaba médulas de recién nacidos como peces respirando en una bandeja de metal. El gotero no lo imaginaba, el gotero lo veía: una gota de vida, una menos, otra. Y nos miraba, en plural, porque a los veinte años tus amigos son tu plural, y nos veía con tanto miedo y con tanto amor y tan pequeños ante “aquello”. Y aquí seguimos algunos ahora que ha pasado el tiempo. Y no se puede trasplantar la vida ¿verdad? Ni los huesos, ni las ideas y no sé si se pueden trasplantar las ganas, o si se inyectan gota a gota. Una gota de valor. Otra de perseverancia. Y el tiempo sigue pasando y nos convertimos en otras personas, con células de otros, con ideas que alguna vez reprocharemos o agradeceremos a alguien.
Entre trasplante y trasplante él sonreía. O gritaba. O vivía. No le quedaban bien aquellas médulas recién nacidas, pero necesitaba una estructura que lo sostuviera. Y yo me acuerdo tanto de Iñaki cuando escribo… yo que tengo la peor de las memorias entre palabra y palabra no puedo dejar de recordar su risa y sin querer se me escapa y sin querer la escribo y pienso ¿Dónde se encuentra mi primera palabra? ¿Entre la tercera y la cuarta vértebra lumbar? ¿Es allí donde nacen las palabras, los relatos, las ideas? Se están moviendo, saltan en la bandeja. Agarro una con las dos manos. Dejo que su risa atraviese mis huesos y me construya. Ha pasado el tiempo. Y yo agradezco.
martes, 14 de abril de 2009
Trasplantes
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2 comentarios:
por fin me decido a escribir, despues de la verguenza que me hicisteis pasar el viernes en el concierto de "dinamika pistone".
me encantan tus relatos,incluso los que no son oscuros,o eso nos creemos y los nombramos y archivamos en la subcarpeta de "cursis" equivocadamente.
Creo que tus/mis relatos estaran siempre rodeados de la oscuridad,porque son como cigarrillos incandescentes. brillan en la oscuridad y la incertidumbre que nos rodea,y nos ayudan a seguir caminando,una calada tras otra,una chupada tras otra, calmandonos cada vez que escribimos,como hacia nuestro ya olvidado chupete.¿te acuerdas?
es que peude ayudarnos si en mitad de la tiniebla vuelven los demonios para robarnos el sueño? si en mitad del camino nos ataca la manada de lobos?.
seria mucho mejor temer una buna antorcha verdad? forda. como un buen astil de pico. con la punta ardiendo en poderosa llama.
lo que se dice un buen "palo de fuego".
pero no, todavia no hemos subido al cielo para robarle el fuego alos dioses y bajarlo a la tierra. trabajamos duro, todos los dia para se heroes y heroinas, hombres y mujeres de verdad.tenemos la fortaleza, tenemos la decision y la firmeza...
pero nos queda todavia trecho por andar.
mientras solo podemos iluminar el camino con llamas de cigarrillo.
lo gracioso es que cuanto mas oscuro se pone todo alrededor, mas se ven las pavesas a lo lejos
y en mitad de la noche veo el pequewño puntito rojo que cad vez que escribes y aspiras ilumina tu rostro. y yo alolejos lo reconozco y como nunca he fumado te hago una pequeña señal con la chispa de mi mechero.
y te escribo, solo un poquito, como puedo.
y poco apoco señal de ida para aqui señal de vuelta para alla, nos inventamos un lenguajede luces , de relatos
y asi se que no voy caminando solo.en mitad de la negrura aveces te veo.
sabes? estoy pensando en comprarme un mecero zippo y asi empezar a escribir mas amenudo.
quiza me falta tecnica, algo mas de gas en el mechero, o solo es cuestion de practicar y practicar.
podria juntarme a algun club de amantes del fuego como vosotr@s.aprender mejor el alfabeto luminico, desarrollar la capacidad de encender fuego, juntarnos de vez en cuando para buscar leña y hcer una barbacoa de palabras no una fogata con los ibros eh?.
y tal vez podamos encender una gran, grande grandisima hoguera a modo de nuestro san juan literario, donde tod@s nos juntemos a cantar a saltar a compartir y apublicar nuestros textos
por cierto la musica que acompaña a mi texto, y que me ha inspirado, deberia ser "apagalas" de leño, pero no encuentro ningun enlace que poneros aqui, para quien no la conozca y quiera escucharla
en cualquier caso ahi va la letra:
A plena oscuridad,
cuando notas el vacío
y en tu mente sólo ves
luces mortecinas que oscurecen el camino
y te confunden, quién es quién.
Apágalas, apágalas
y enciende un cigarrillo,
su luz puede valer,
apágalas, apágalas
y enchufa el infernillo,
caliéntate los... pies.
Cuando tu religión
te pone en un compromiso
y nos sabes qué elegir,
si Dios o el mismo diablo,
o el sol, o el infinito,
o prefieres no vivir.
Sientes las soledad
que ocupa todo tu espacio
y tienes que salir de él,
tu gente, tus amigos,
nada tienes, es amargo
pero quieres emprender.
Tengo una solución
que te ofrezco amigo mío
y a cambio nada me des,
las luces encendidas
son problema tuyo y mío,
lo vamos a resolver.
Apágalas, apágalas
y enciende un cigarrillo,
su luz puede valer,
apágalas, apágalas
y enchufa el infernillo,
caliéntate los... pies.
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