La trenza roja bailaba agarrada al árbol. En la rama más alta que había podido alcanzar para que nadie se la llevara y el deseo se cumpliera. Se subió al coche mirándola fijamente. Las cigüeñas habían llegado y dormían en el campanario. Todos desaparecieron en la primera curva. Abrió la ventana. Los árboles aceleraban tras cada derrape. "Traspasando la locura mecánica", solía decir él. El quitamiedos voló dejándoles paso. El viento se coló en el coche. Estarían juntos por la eternidad. Los deseos de marzo siempre se cumplen.
jueves, 19 de marzo de 2009
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1 comentario:
¡me gusta mucho como han quedado este y el anterior!
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