Me apoyo en la barandilla del mirador. Los nudos de la madera rascan mi estómago. La cuña rosada al fondo del valle se va apagando. El embalse en el horizonte se difumina en una mancha gris. Los pájaros callan. Sobre mí ya está oscuro y empiezo a notar el frío. Un brazo me cubre para darme calor. El mundo se paraliza. Veinte segundos vacíos y empiezan los ruidos nocturnos. Una estela blanca corta el cielo. Mis ojos la siguen. Una segunda línea aparece por la derecha de repente. Las trayectorias se unen. Un foco se ilumina y explota en nubes de humo. Silencio alrededor. En mi cabeza mil voces muertas gritan
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