jueves, 25 de octubre de 2007

El juego

La hoja revoloteó, los párrafos estrictos se posaron livianamente en el suelo, firmas confusas sellaban el pacto. Intenté fijar la vista en las letras negras que se agolpaban en ella como arañas para no pensar, mientras levantaba la mano y me preparaba. Tras el frío contacto sólo se oyó un clic armónico en el silencio agitado. Un suspiro unánime flotó en el humo, relajando la tensión.

La mujer de rojo me hizo una mueca que otro hubiera tomado por una sonrisa.

La apuesta se dobló.

Frente a mí, la cara del adversario brillaba, una gota recorrió su cara y se estrelló en la oscuridad. Sus ojos parpadearon con asombro, preguntándose seguramente cómo el azar había podido torcer su destino de aquella manera. Por un momento pensé que su dedo convulso no sería capaz de apretar el gatillo.

La mujer de rojo se había colocado a su espalda, la luz de la pared formaba un halo protector a su alrededor. El fulgor de sus ojos tembló y se desbordó en ríos de carbón.

Una mano se posó en mi hombro y levanté la vista. Una boca ávida, de dientes perfectos, me sonrió con complicidad, sentí escalofríos y por un momento casi me arrepentí.

La explosión desplazó la mesa unos centímetros. Miles de gotas marcaron la trayectoria del cuerpo al desplomarse a cámara lenta. Casi al mismo tiempo, el fantasma de rojo cayó de rodillas sin un ruido.

Me levanté despacio y agarré el maletín con el millón de euros. Pesaba poco, importaba poco. Debía cumplir el pacto y pagar el precio de mi venganza. Ella había visto morir a su amante y yo había perdido mi alma. En casa me esperaba un cargador y esta vez estaría completamente lleno.
Christine

lunes, 22 de octubre de 2007

EL FILO DE SU MIRADA. .

EL FILO DE SU MIRADA (PALOMA)


Se llama Antonio y se hace pasar por pescadero. Desde la primera vez me llamó la atención la educación exquisita, con la que trataba a sus clientas, su cuidado corte de pelo, algo canoso por las sienes, su elegancia innata y sobre todo, la increíble destreza de sus manos.
Antonio es un prestidigitador del rape y la pescadilla. Dispone todas las mañanas, su pequeño escenario, donde el atrezzo son los pescados, como joyas brillantes descansando entre hielo picado y ramas de helecho. Los actores principales son sus manos y aunque la obra representada suele incluir sangre y vísceras, él maneja los cuchillos con movimientos tan limpios y precisos, que es sobrecogedor ver, a eso de las once de la mañana, a ocho o nueve señoras esperando su turno en completo silencio y mirando arrobadas como las manos de Antonio limpian una merluza o filetean un gallo. Él, no es ajeno a esas miradas y después de finalizar cada una de las faenas y limpiándose cuidadosamente las manos de pianista, mira a su público regalándole su increíble sonrisa de artista atormentado.
Se llama Antonio y se hace pasar por pescadero.
La ciudad donde vivo es muy pequeña, y a la gente le encanta hablar y contar historias. Una tarde en un café, una amiga me contó ésta:
Hará unos diez años, estuvo de moda por casi toda Europa un espectáculo tan poético, tan emocionante y peligroso que no había Festival de Otoño, de Primavera o de Invierno que no intentara tenerlo en su programación.
La función en sí era algo tan simple como un hombre lanzando cuchillos a la silueta de una mujer, pero al parecer, todos los detalles de escenografía, música y dramaturgia, estaban tan primorosamente cuidados que, según algunos críticos del momento, era el acto artístico más original y hermoso que se había visto en los últimos años, aunque para otros no dejaba de ser un digno espectáculo de circo algo pasado de moda.
Cuando Max tenía frente a él a Laura, haciendo ondular suavemente sus brazos y su pelo contra el panel en el que, segundos después, se clavarían doce cuchillos, el mundo se paralizaba. Los relojes se congelaban y así también el movimiento de Laura. No importaba que el panel estuviese girando y que su espesa melena rozara por segundos el suelo en cada giro.
Para Max, solo existía ese cosquilleo en las manos, ese zumbido en el corazón y los ojos de ella en la punta de su cuchillo.
La amaba, si, ¡cuanto la amaba! y en esos momentos, el amor se le convertía en una punzada de espantoso deleite.
Cuando se apagaban las luces y después de los últimos aplausos, los espectadores salían de la sala, había en todos ellos un cierto aire de recogimiento y quizá algo de pudor. Tenían la inquietante sensación de haberse asomado por el ojo de la cerradura a un ritual intimo y sagrado.
Una noche en Berlín, poco antes de comenzar su actuación, Max no encontró la mirada de Laura. Buscó sus ojos, mientras repasaban los detalles del nuevo espectáculo que estrenaban esa noche, pero esos ojos le rehuían.
Cuando, una hora después y con la función en su punto culminante, antes de vendarse los suyos, Max volvió a buscar los ojos de Laura, los encontró aterrorizados y suplicantes y supo, como fulminado por un rayo que ella ya no confiaba en él, que había dejado de amarle.
Creyó que iba a morir en ese momento, le faltaba el aire, el suelo se movía. Hoy era incapaz de detener el tiempo. En la sala no se oía ni una sola respiración, solo la música.
Se vendó los ojos y sintió que la mano le temblaba. Estaba empapado en un sudor frío. Tomó aire y comenzó a lanzar sus cuchillos: uno, dos, tres... hasta veinte. La hermosa silueta de Laura bordada en el panel púrpura sobre el que giraba. En su muslo izquierdo, un hilo de sangre.
Segundos después, cuando el teatro se venía abajo con los aplausos, bajo la venda, los ojos de él se habían convertido en un río incontenible.
Esa noche, la pasaron entera despiertos en la habitación del Hotel, nadie sabe lo que allí paso, pero cuentan que ya al filo de la madrugada se vio a dos sombras como las suyas despidiéndose en la Estación de Trenes, donde Laura tomaría uno en dirección a Estambul.
De Max tampoco se sabe mucho. Solo que recogió sus cosas del hotel y se marchó. Una semana después su representante recibió una carta de despedida, un generoso cheque por los perjuicios ocasionados y la dirección de un abogado que se encargaría al parecer de solucionar asuntos legales y cancelar deudas en su nombre.
La ciudad donde vivo es pequeña y a la gente le encanta hablar. Curiosamente, la madre de mi amiga, tenía guardado un programa de cuando el espectáculo de Max y Laura pasó por Madrid. En el que venía una foto de ambos. El otro día me la enseñó.
Se llama Antonio y se hace pasar por pescadero.

domingo, 21 de octubre de 2007

Instrucciones para nadar

Siento el agua fría .. Estimulante y placentero momento…Sumerjo todo el cuerpo dejando el agua por encima de la cabeza……Me evado, mi mente comienza a vaciarse…. . Me sitúo en posición horizontal, poniendo los brazos como si fuera a dibujar círculos por delante de los ojos y con las piernas en posición de rana me impulso hasta la mitad de la piscina. Saco la cabeza y respiro profundamente. Por fin estoy en el mar, imagino el cielo nublado, como si fuera a llover … Meto la cabeza y de nuevo me sumerjo hasta la pared en la misma posición. UNO

Al llegar cambio la posición de las piernas dejándolas rectas para que se muevan como tijeras y los brazos alternos, salen y entran del agua como aspas de molino a medida que saco la cabeza para respirar .. Uno, .. dos.. tres…tomo aire por la boca girando la cabeza a mi derecha ,..Uno .. dos.. tres…. respiro de nuevo…, izquierda..

Siento el sol en la cara a través del cristal. Uno.. dos..tres.. Vuelvo a respirar …..llego al final DOS . Doy la vuelta ….Uno… dos… tres.. respiro de nuevo, . Las piernas coordinadas con los brazos impulsan mi cerpo hacia delante.

Me siento como si fuera parte de las gotas que salpico y vuelo por el aire, hacia el acantilado donde apareciste tras haber pasado tres años de coma ….Uno,.. dos.. tres.. Decidiste despertar ..dejar tu vida inerte y fuiste a buscarme …llego al final. CINCO ..

Doy la vuelta .Mecánico y preciso movimiento, control de la respiración. El cuerpo avanza de forma armoniosa como si toda la vida hubiera estado coordinando las extremidades danzando un vals

Van 15. Giro y me coloco sobre el agua mirando hacia el techo empujando mi brazo izquierdo hacia detrás como si fuera un remo y sacara agua. Al entrar el brazo izquierdo en el agua, levanto el derecho, Las piernas siguen en posición de tijera., pero con movimientos mas cortos de recorrido del cada pierna para hacer mas esfuerzo. Mantengo la espalda recta… Uno.. dos … Uno.. dos.. cambia el ritmo, ahora no es un vals calido, …a la altura de la escalera doy la vuelta .. Uno… dos….., VEINTE

Me acerco a ti , te recuerdo que la piel siente .. Refresco tus secos labios .. ..besos dulces y regreso nadando a al orilla . Tu te quedaste de pie mirándome… inmóvil, ….

25.. Giro 180 grados .. respiro cada tres pulsos de la melodía ….. Uno. Dos .. tres..…..Siento cansancio,……Cuando me di la vuelta. ya no estabas... Al llegar a la pared me pongo de pie tocando con los pies el fondo de la piscina. Estiro los brazos hacia atrás mirando con al cabeza el techo y tras veinte segundos de estar en esta posición, salgo del agua subiendo por las escaleras.

sábado, 20 de octubre de 2007

OXIMORON



Para Marieta

TITULO

Oximoron dejó de vivir bajo las piedras

Xoromión prefirió seguir protegido por la sombra de los recovecos

Idolatrado por los invertebrados,

Manteniendo la calma del agua,

Obstruyendo sus deseos…


Recónditos sueños se dispersaron por las gotas de sal


Oximoron sentía el encierro de lo escondido

Notas de tristeza y silencio le acompañaron al alejarse..

Historias mudas


Las historias mudas contadas por mi madre y mi abuela me acompañaron en mi infancia, El lenguaje de los signos no reflejaban la entonación ni la música de las palabras. Aprendí a comunicarme con ellos dibujando figuras en el aire. Me costaba tanto esfuerzo que solo pude conocer las historias escritas…. fuera de ellas, solo estaba el silencio, esa quietud mortecina que me abrumaba.

Ahora me gusta esa sensación. Con el tiempo he aprendido a incorporarlo a mi vida pero con ocho años me envolvía de tal forma que quería escapar ….

Recuerdo la tarde que me di cuenta que el silencio me acompañaría para siempre..

Era noviembre y los dias lluviosos transcurrían uno tras otro. Una tarde de tormenta la maestra nos sugirió que preparáramos para la siguiente clase historias habladas, de esas que no están en los libros, de las que no son iguales la segunda vez que las cuentan. Me acuerdo el terror que sentí . No sabia ninguna, solo conocía las que se podían leer.

Esa tarde cuando salí de clase fui a buscar a Regina ….seguro que la encontraría en el cerro con las ovejas. Regina congelaba los instantes de felicidad de las personas. Desde generaciones anteriores, todas las mujeres de la familia podían capturar momentos felices de los habitantes de Villardondiego . Cada persona a lo largo de su vida solo podía congelar un instante. Los mas ambiciosos no lo hacían nunca .Una vez capturado el momento, se congelaba y guardaba una caja que se enterraba bajo el pasto.

Los instantes congelados solo se podían pedir una sola vez para volver a sentirlos. Una vez abierta la caja, salía el instante, se vivía de nuevo y se desvanecía para desaparecer en el aire.

Cunado vi a Regina fui corriendo hacia ella .

-Necesito que me cuentes una historia

-No se ninguna..No conozco las historias que hay dentro de las cajas. No me pertenecen. Solo se pueden abrir si el propietario lo solicita…

-Pero ….y no hay ninguna que lleve tantos años enterrada que ya no pueda ser abierta? La gente se muere.. se va del pueblo.. pensé con la esperanza que pudiera haber alguna abandonada y así y tener algo que contar en el colegio.

Regina se dio la vuelta y se alejo caminando. Al rato regreso con una caja de madera. Toma, ábrela, es de tu abuelo. ………Me quede mirando la caja y temblándome las manos no lo pensé dos veces ..

La neblina cubre los troncos desnudos…, siento el viento helado, , Sobre la nieve la veo a mi abuela.. joven …. corriendo y girando su cabeza para mirarme .

…Se congela la imagen, se atenúa el brillo de los colores cuando caen ……

Me siento cerca de ella, me introduzco en su mundo de sonidos mudos, de palabras escondidas tras manos que desesperadas intentan ser entendidas.

LA TORMENTA


Llega despacio, anunciándose con timidez adolescente. Sensaciones de intranquilidad no comprendida. Se detiene en la entrada y …luego se aleja, ….como si jugara, dando una sensación de seguridad para después volver a acercarse de nuevo.

Las ideas comienzan entremezclarse, la realidad se desvirtúa y el vacío comienza a dominar con su presencia. Me envuelve, siento que giro y giro, dando vueltas alrededor de mi misma perdiendo el control como derviche caído.

Fuera, la humedad se siente en la tierra. Los colores se oscurecen…. Las hojas y ramas de los olivos parecen que quieren competir por escapar del tronco. Los ocres de las arcillas reflejan las cepas de vid sin hojas. Julia deja de caminar...siente las gotas de agua resbalar por su cara. Nada puede hacer para detener la lluvia. Se sienta en la silla de plástico que esta al borde del camino esperando a que llegue ..

Despierto. La lucidez domina a los pensamientos confusos. Estoy exhausta. Siento que se va yendo, desapareciendo sin despedirse como si tuviera vergüenza. Tranquila me levanto y me dirijo hacia la ventana.

Charcos de agua se deslizan esquivando las cepas. Las gotas ya no golpean. Julia sigue inmóvil oliendo la arcilla empapada. Se levanta y despacio se acerca a la casa, dejando la ropa sobre la silla.

La veo caminar entre las vides con paso firme. Lo ha olvidado todo, el encierro durante años, el miedo y la parálisis del cuerpo ante el castigo .El murió hace 23 años y yo sigo atada a su recuerdo. Julia decidió irse y enfrentarse al exterior. Poco a poco sus músculos se fueron desentumeciendo y aprendió relacionarse con los demás.

Ella fuera, yo … dentro .. viviendo los días de otros , deseando que el olivar se transformara en páramo entrando y saliendo en cada tormenta..buscando el hilo dorado , Durante este tiempo solo me comunicaba con el exterior a través de la ventana.

Ella fuera, yo dentro…. Sintiendo a través del cristal, sin poder ver la totalidad del paisaje , imaginando que volaba sobre las vides yendo hasta el mar, para encontrarme con el príncipe soñado, queriendo que me rescatara pero cuando llegaba , me empujaba para que cayera al agua sonriendo amablemente mientras decía lo mucho que me quería.

Junto a la ventana la vida era el silencio, interrumpido a veces por el sonido del clarinete del abuelo que encontré en una funda de madera en el armario , tal y como lo dejo cuando se fue a Madrid quedando olvidada su vida en el pueblo junto a la banda, y las vides.

Aprendí a tocarlo sin saber música, solo soplando suavemente, deslizando los dedos haciendo sonar las notas, construyendo melodías inventadas. En esos momentos me sentía con fuerza para dejar la habitación, bajar las escaleras, empujar la puerta siempre entreabierta de la calle y salir fuera … pero cuando llegaba a las escaleras, el pánico paralizaba mis piernas y retrocedía de nuevo hacia la ventana ..sumando a la frustración , el sentimiento de culpa .

Un día, el viento abrió de golpe el balcón y sentí el frío en la cara. Me quedé quieta con los ojos cerrados sintiendo y oliendo la tierra. Se me ocurrió que quizá me sería más fácil salir afuera por la ventana directamente sin tener que pasar por la escalera y la puerta. Ate una cuerda ala barandilla y baje por ella. Cuando puse los pies en el suelo, senti un estallido y empecé a mirar a mi alrededor desde la realidad del suelo viendo otro paisaje diferente el que estaba acostumbrada a ver.

Comencé a correr por entre las vides hasta que llegue al camino .Fueron tres días de locura, descubriendo y viviendo cada paso como si la vida saliera a presión. Al cuarto llegó el cansancio y caí sobre la tierra. Al levantarme sentí el miedo en los huesos y decidí regresar a las melodías inventadas y a la vida mirada a través de la ventana. A partir de ese día, las tormentas comenzaron a ser constantes. Yo no dejaba de girar. Cuando paró el agua y se secó el barro pensé en Julia…. tenia que venir.. Necesitaba que me ayudara a salir

Julia regreso hace dos años con una maleta vacía... y dijo que se quedaría hasta que se llenara …... Entro sin llamar y se quedó esperando junto a al escalera. Desde la ventana en la habitación sentí su presencia. No pude bajar. Julia fue a la bodega y dejo la maleta cerrada en el suelo.

Poco a poco fui logrando superar el pánico, bajando los peldaños hasta conseguir llegar a la puerta entreabierta. Me acercaba a al bodega y con emoción miraba la maleta abriéndola un poquito para ver si se estaba llenando. A veces estaba horas observándola fijamente como si pensara que con desearlo entrarían los recuerdos, pero cuanto más la miraba, iba pesando menos. Deje de ir a la bodega, olvidándome de la maleta. Llegó el

Día que pude por fin salir por la puerta entreabierta y caminar por las vides , sintiendo y desentumeciéndome poco a poco..


Desde hace un mes no para la lluvia, estallando a veces enfurecida. Siento frío. Oigo que Julia sale y veo su sombra por la ventana. Me asomo al balcón. Julia coge una pala y se dirige al olivar. Bajo las escaleras y sin pensarlo voy a la bodega a por la maleta. Pesa tanto que tengo que arrastrarla hasta la puerta. Esta lloviendo con mucha fuerza .

Salgo fuera…mis pies descalzos se hunden en el barro mientras tiro de de la maleta por la tierra. Busco el olivo con el columpio dónde de pequeñas jugábamos a volar. Veo los restos de la cuerda colgando de una de las ramas. Debajo esta la zanja. Tiro la maleta dentro y me tumbo sobre ella mirando al cielo.

Julia se asoma y comienza a echar tierra sobre mí. Me va desapareciendo el rostro, y mis facciones se van dibujando en su cara a medida que dejo de sentir, y oler. Solo el silencio, la nada, la oscuridad., regreso a la vida. Julia se da la vuelta y deja la pala apoyada en el tronco. Siento de nuevo el aire, el agua. Voy caminando hacia las vides, y cuando llego a la silla de plástico, cojo la ropa. Mientras me visto echo una ultima mirada a la ventana.

Bosque de abedules nevados



Llegó el tiempo de salir del miedo

Los colores se esconden

Invierno de pensamientos,

de gélidos vientos

que despiertan las palabras


Llegó el tiempo de salir del miedo

de la presión por vivir…por hacer.. por querer..

que aplasta… hasta convertirme en hoja…

liviana… de tejidos secos


Llegó el reposo

la humedad pesa

me recoge el silencio de los troncos desnudos

calidez grisácea que tranquiliza

las pasiones hibernan


Llegó el tiempo de salir del miedo

llegó el regreso…


Bosque de abedules nevado. Emil Nolde .1907

miércoles, 17 de octubre de 2007

Hiperbreves en Nueva York

Bryant Park

Cítaras misteriosas suenan más allá del mar de hierba. Un oasis en la calle 42, sol radiante y sillas verdes. Ella está recostada en una, lleva gafas de sol, no sé si tiene los ojos cerrados, parece dormida. Él se acerca desde atrás entre la alfombra verde, se para y se inclina. Le susurra algo al oído y ella sonríe. Él se aleja y pasa de largo junto a las tres amigas que se están fotografiando, una de ellas le mira y sonríe también.

Las Damas de Murray Hill

Tiene 90 años por lo menos, junco estirado de labios rojos perfectamente perfilados y melena rubia corta y moderna. Viste de negro elegante, roto por un chal rosa enrollado con falso descuido sobre los hombros. Intercambia frases contundentes con sus amigas, se encuentra con ellas todas las mañanas y discuten las últimas noticias de la ciudad. Nunca se casó, valoraba demasiado su independencia y no se arrepiente.

Batman

El príncipe de Gotham existe, viste un traje de lycra relleno de goma espuma y es más bajito que mi héroe de linterna bajo las sábanas. Aparece de la nada sudando en la tarde ardiente e inicia tímidamente unos pasos de baile ante la orquesta callejera. Ritmo cubano y mujeres rotundas a ritmo vertiginoso le rodean y empieza a moverse con gracia, cada vez más rápido. ¿Quién dijo que Batman era siniestro?

SoHo y Chinatown

Paseas por calles estrellas, edificios industriales reconvertidos en tiendas de moda y todo es bullicio limpio y glamour. Quizás en un tiempo fue bohemio, artistas de vida precaria intentaban despuntar, pero los tiempos ahora son distintos. Y, de repente, la calle Mercer desemboca en Canal y todo cambia, huele a comida china, palabras extrañas inundan tu cabeza y las tiendas de sueños falsos invaden las aceras, los barrios, la ciudad entera, la marea crece, imparable.

Amigos

Se da la vuelta en la cama, otra vez, parece que con cada pensamiento recurrente tiene que girarse, como si eso le ayudara a dar la espalda al recuerdo, al vacío y a la sensación de haberse equivocado una vez más, como siempre. No puede evitar llorar, intenta que no la oigan, y le duele el esfuerzo. Y cuando va a levantarse para esconderse en el minúsculo baño de hotel, nota una mano en su brazo, una caricia suave sin palabras, y deja de sentirse sola y fría.

Pepe Grigio

Una pequeña puerta acristalada se abre, un pasillo estrecho y entran en un patio naranja, con fotos antiguas en las paredes de actores italianos comiendo pasta. Se sientan en una esquina de enormes plantas. Las azucenas del jarrón acarician su cara y huelen tanto que casi marean. Los mosquitos pican, y, a través del tejado de cristal, se ven la luna llena y los viejos edificios de Chelsea. Fuera la ciudad, dentro un jardín que invita a confidencias.

Pajaronas en Manhattan

Tres pájaras sobrevuelan Manhattan. La primera parece Jane Avril a punto de bailar el Can Can en el París de Toulouse Lautrec, mechones rizados y largas faldas de vuelo que se indignan porque sólo ven estrellas de espaldas. La segunda es una mujer flor de Dalí, elegante en cuatro trazos, la gente la adora, pero ella no se da cuenta porque le da la espalda. La tercera es una Odalisca de Matisse, de pose indolente. Parece relajada, pero ¿sabemos realmente lo que está pensando? Son diferentes, pero se ríen mientras comen en un restaurante de brillante modernidad.

Brujas de varios colores

Las brujas de Nueva York son multicolores. Las hay verdes, incomprendidas de corazón sensible, perdidas por Broadway. Otras son blancas y no son conscientes de lo que han perdido en el camino. Pero si paseas por la calle 32, puedes entrar en una pequeña sala oscura y dejar que una bruja moderna y corta de vista te lea la mano mientras los santos de las paredes te miran y el teléfono suena sin parar.

Taxis en flor

El taxi se para. El capó no es amarillo, flores azules y rosas lo cubren por completo. Por dentro está viejo y huele a humo. El paso bajo el túnel es duro, el motor renquea, parece que se va a parar en cualquier momento y el atasco fuera no es más tranquilizador. El conductor es negro y parece preocupado, el precio cerrado no le va a resultar muy rentable hoy, y parece que necesita el dinero. Por un momento pienso que no vamos a llegar a tiempo al aeropuerto, pero me equivoco. Cuando el taxista ve la propina sonríe, da las gracias y desea buen viaje. Y creo que lo dice de verdad.
Christine

lunes, 15 de octubre de 2007

SEDA AL ROJO

SEDA AL ROJO (Para Andrea, que tenía interés en leer esta historia)



Lo primero que me llamó la atención fue su cara de niña, de niña mala que disfruta haciendo travesuras. Después vi sus manos. Manos fuertes, grandes y curtidas. Estaba a mi lado en la barra, tomándole el pelo al camarero mientras le pedía un café muy cargado, muy caliente y muy amargo. Me miró directamente a los ojos y una oleada de calor encendió mi cara. Me sentí ridícula y avergonzada, como una adolescente frente al chico que le gusta.
- Tú estás en la Feria de Artesanía, ¿verdad? Y por tu aspecto diría que te dedicas a los textiles. Telares, tintes naturales….- Su descaro era agradable, inspiraba confianza y cercanía.
- Pinto seda. Pañuelos, ropa, cortinas… ¿y tu, también estás en la Feria?
- Así es, y si pintas seda, te llamas Elena Ruiz, vienes de Asturias y tu puesto está pegadito al mío. ¿Acierto? Se reía a carcajadas mirando mi cara de asombro.
- ¿Tu eres “Al rojo vivo”? No había terminado de decir esta frase cuando me di cuenta de lo ridícula que sonaba. Volví a ruborizarme.
- Me llamo Elsa, soy herrera, “forja artística”, pone en el catálogo, y si, soy y estoy “al rojo vivo”. Volvió a reírse mientras, cogiéndome por los hombros me estampaba un beso en cada mejilla. - ¿Hace calor aquí, verdad?. Ven, vamos fuera, quiero enseñarte algo antes de que se abra la Feria.
A partir de ese momento, Elsa y yo fuimos inseparables. Y utilizo esta palabra en un sentido estrictamente literal. En la semana que duró la Feria de Artesanía estuvimos siempre juntas. Ejercía sobre mí una especie de hechizo que me impedía negarme a cualquiera de sus propuestas, por muy descabelladas o inusuales que me parecieran. Y tengo que decir honestamente que no me arrepentí entonces, ni me arrepiento ahora de nada de lo que hice con ella en esos días.
Yo conocía esa pequeña ciudad donde se celebraba la Feria. No era el primer año que iba, pero Elsa inventó para mí una ciudad distinta. Una ciudad donde los gatos nos hablaban, las cigüeñas nos ofrecían conciertos nocturnos y las piedras escondían tesoros entre sus grietas. Una noche en un parque, descubrimos un refugio perfecto en el hueco de una secuoya gigante y allí, muertas de risa y algo mareadas por el vino bebido en la cena, comenzamos a besarnos despertando a las hormigas. La boca de Elsa me mostró ríos caudalosos, bosques con olor a sándalo y estrechos caminos colgados sobre precipicios. Sus manos decididas, buscaron en mí rincones y pliegues que solo conseguían despertar un hambre que yo jamás había sentido.
Esa mañana, en la cama de Elsa, me despertó una pluma que subía y bajaba por mi espalda. Si en algún momento tuve la tentación de sentirme culpable, (uno siempre vuelve a los viejos lugares conocidos) la luz de su sonrisa y el olor del café y las tostadas, me devolvieron a un mundo recién regado al que acababan de peinar el flequillo.
- Venga perezosa, en media hora tenemos que abrir el puesto...
Extendí mis brazos, se acercó y nos abrazamos. Sus grandes manos sujetaban mi cabeza enmarcándome la cara...
- Elena, eres lo mejor que me ha pasado en años.
- Elsa, yo...tu sabes, tengo pareja, vivo con David desde hace cuatro años...Para mi, esto es nuevo, yo no...
Me puso un dedo en la boca, como se hace con los niños pequeños para que se callen.
- No hay nada que explicar, Elena. Todo está bien.
Los días siguientes vivimos en un estado de permanente embriaguez, sin probar siquiera una gota de alcohol. Lo que sentíamos era tan evidente que los otros artesanos bromeaban a nuestra costa, haciendo juegos de palabras con el hecho de que yo trabajaba la seda y Elsa el hierro. Quizá en otros momentos de mi vida me hubiera sentido incómoda, pero entonces no me importó. Viajaba en un globo de colores con la luz de los ojos de Elsa en los míos y sus mano en mis caderas. Las conversaciones por teléfono con David eran tan extrañas que siempre acababa preguntándome si estaba tomando drogas o había bebido.
La tarde del último domingo se deshizo en agua. Los pocos visitantes que se acercaban a la Feria, deambulaban entre los puestos como peces sonámbulos en un acuario gigante. Mi ánimo oscilaba entre la inquietud y el abatimiento. Elsa, atenta y discreta, me traía pequeños regalos: una flor de papel, una amatista pulida, un pastel. Yo intentaba estar animada, pero sentía un peso terrible sobre los hombros y tierra detrás de los párpados. Mañana por la noche estaría en mi casa con David y esa perspectiva, que me resultaba cálida y acogedora, al mismo tiempo me desgarraba porque significaba separarme de Elsa.
Cuando se cerró la Feria, recogimos lo poco que nos había quedado y lo metimos en cajas. Al día siguiente lo cargaría en la furgoneta, justo antes de partir. El Gremio de Artesanos de la ciudad había organizado una cena de despedida para los que habíamos venido de otros lugares y a Elsa y a mí no nos quedaba más remedio que asistir, ya que ella era una de las organizadoras. No pude cenar apenas, una sensación de náusea se había instalado en mi estómago, pero a los postres conseguí animarme y cuando alguien propuso ir a tomar la última a un local que acababan de abrir en las afueras, yo fui la primera en apuntarme. Aquella noche bailé, fumé y bebí mucho más de lo que me apetecía. Tenía miedo de volver con Elsa a su casa, era como si posponiendo ese momento, pudiera evitar que esa noche fuera la última.
A eso de las cinco de la mañana, yo coqueteaba descaradamente con un ceramista cuando Elsa se me acercó y me dijo muy suavemente: - Elena, me marcho, ¿tu qué quieres hacer?..
La miré a los ojos y comencé a sollozar bastante borracha...- ¡Por favor, sácame de aquí, quiero irme contigo!
Estaba amaneciendo cuando llegamos a su casa. Abrió la puerta de la terraza y durante un rato contemplamos en silencio los vuelos acrobáticos de los vencejos. Después, me desnudó suavemente, me metió en la cama, me hizo beber un vaso de leche caliente con miel y me acarició el pelo hasta que me quedé dormida.
Al día siguiente Elsa me cuidó como a una convaleciente. Me preparó el desayuno, me metió en un baño tibio, me construyó una red de caricias y de besos que no consiguieron ahuyentar mi tristeza. Conduje toda la tarde, intentando concentrarme solo en la carretera y no pensar. Estaba casi anocheciendo cuando los gritos de las gaviotas y el olor a mar me hicieron saber que estaba en casa. Los brazos de David me acogieron con tanta vehemencia como si volviera de los últimos confines del universo. Y en realidad así me sentía yo. En los últimos días había transitado por espacios desconocidos, había recorrido de la mano de Elsa, sensaciones y sentimientos que habían roto los límites de mi mundo, y ahora sentía vértigo.

jueves, 11 de octubre de 2007

Río abajo

Me dijiste adiós desde el puente de piedra. Bajé la vista para que no me vieras llorar y el reflejo de tu mano tembló sobre la superficie del Miera que tanto amabas, te diste la vuelta y me dejaste atrás. Estaba segura de que Bilbao, bulliciosa ciudad de tentaciones y sirenas, te atraparía en sus redes y tú, mi aprendiz de carpintero de manos grandes y ojos grises, no volverías más.

Un día de luz glacial oí los susurros en la plaza del Mercadillo y supe la verdad, la tarde de risas y amigos la víspera de San Juan en el mar de mis noches de infierno, los gritos, la búsqueda en vano y el vacío. El luto se convirtió en mi amante, al que cuidaba con mimo, mi coraza frente a los hombres y la vida hasta que llegaron noticias del sur, del Cádiz soleado de flores rojas.

Unas redes sorprendidas de su hallazgo te devolvieron a mí, una única palabra mágica que pronunciaste, “Liérganes”, te trajo de nuevo al valle, pero ya no eras tú, sino un espíritu resbaladizo de largos silencios, incapaz de demostrar tu afecto, ni una caricia, ni un beso. Tus pies descalzos flotaban hasta el puente, y, varado en el centro, mirabas el río durante horas, inclinándote hacia el lecho cada día más, con la mano estirada.

No sé si te caíste o te lanzaste, hace dos años que nadie ha visto tu imagen ausente, pero yo no te olvido, sentada en la orilla con los pies en el agua, de vez en cuando un salmón apresurado roza mi piel y pienso que es tu mano, fuerte y arrugada, que me acaricia desde el fondo


"Su proeza atravesando el océano
del norte al sur de España,
si no fue verdad mereció serlo.
Hoy su mayor hazaña
es haber atravesado los siglos
en la memoria de los hombres.
Verdad o leyenda,
Liérganes le honra aqui y patrocina
su inmortalidad.."
(Inscripción en el paseo de El Hombre Pez en Liérganes, Cantabria)

Christine