http://www.youtube.com/watch?v=facKCZhz7eE
Ocurrió en diciembre, en los días del hambre, cuando los poderosos habían despedazado el país y lo habían ido vendiendo trocito a trocito, cuando el dinero de los que tenían algo se convirtió en papel del monopoly y finalmente desapareció secuestrado por los bancos, cuando los que no tenían nada siguieron sin tener nada y después tuvieron algo menos que nada.
En esos tiempos, en una tierra que había sido la despensa del continente, era difícil conseguir tres comidas diarias y la gente empezó a alimentarse de su imaginación.
Se volvió al trueque; se organizaban mercadillos en los que se cambiaban dos madejas de lana verde por un pastel de calabaza, una pastilla de jabón de olor por media lata de carne en conserva o un paquete de café por dos tarros de mermelada casera. Delante de los bancos se organizaban determinados días de la semana, interminables colas para sacar un poco de dinero con el que pagar el recibo de la luz y evitar que la compañía cortase el suministro.
En los barrios más pobres, se organizaron comedores colectivos en los que se intentaba garantizar que, al menos los niños, tuvieran una comida digna al día. Todo el mundo llevaba su olla con lo que había podido encontrar y el guiso se compartía. Y cuando la buena voluntad no alcanzaba, se empezaron a asaltar supermercados. Como única respuesta, la autoridad decretó el estado de sitio. Se suspendieron, otra vez, todos los derechos y garantías constitucionales, la libertad de expresión y la de reunión. El horror y el espanto del fantasma de la dictadura volvió a aparecerse por calles y plazas. Pero esta vez la gente no acató y poco a poco comenzó a oírse por ciudades y pueblos un rumor que iba creciendo hasta convertirse en estruendo. Cientos, miles de cacerolas eran golpeadas desde balcones, desde ventanas, desde portales. Y después, salieron a la calle para decir que ya no tenían miedo, que ya no iban a poder con ellos, que no obedecerían ninguna orden que viniera de un poder político al que ya no se le reconocía ninguna autoridad. “Que se vayan todos”, gritaba la gente y en ese todos estaban englobados senadores, diputados, funcionarios, jueces y hasta el mismo Presidente.
Ocurrió en diciembre. La mañana del 18. Claudio trabajaba en un comedor escolar y recorría uno de esos barrios de casas de chapa montado en su bicicleta, intentando conseguir unos huevos o un trozo de carne con los que ayudar a inventar la comida del día. También organizaba talleres y actividades con los muchachos, abocados, como sus padres al paro y a la ignorancia. En su barrio también se saquearon dos supermercados en los que apenas ya quedaba nada y el ejército, por orden gubernamental, salió a la calle. Tomaron la plaza donde estaba su escuela y empezaron a disparar. Él se subió al tejado gritando “Bajen las armas, que aquí solo hay niños comiendo”. Una bala del comando 2270 le atravesó la traquea.
Después de su muerte las paredes del barrio, de la ciudad entera se llenaron de bicicletas aladas y de inscripciones “Claudio vive”. “Bajen las armas, que aquí solo hay pibes comiendo”
viernes, 30 de octubre de 2009
EL ANGEL DE LA BICICLETA
jueves, 29 de octubre de 2009
A mis treinta y seis años
Intenta recordar Lepanto, la fortaleza objetivo, el pequeño puerto, los barcos en posición, hay que planificar o no habrá salida. No puede, sólo ve Escocia, lluvia, faldas que crujen y frío. Mujeres que coquetean o lloran, mujeres que suplican un romanticismo imposible, no saben quien es, el aristócrata de de amores escritos y nunca dichos.
Se cansó de Escocia, Inglaterra, Italia, como se cansó de Mary, Anna o Margarita, el cojo bribón, escurridizo, que escapaba en silencio a caballo y cambiaba de patria, llenando el hastío de conquista de libertades ajenas, que le llenaban durante meses hasta que el agujero crecía y todo se colaba por él.
Y ahora el hueco es demasiado grande y por él se rellenan las fuentes de cerámica, dos, tres, ha perdido la cuenta, blancas al llegar, rojas al marcharse, y no le quedan fuerzas, tiene treinta y seis años y sabe que en Missolonghi se acaba el viaje
(…)
Seek out--less often sought than found--
A soldier's grave, for thee the best;
Then look around, and choose thy ground,
And take thy rest.
On this Day I Complete my Thirty-Sixth Year
Lord Byron
jueves, 22 de octubre de 2009
Caleidoscopio
Al principio llegó el rojo. Dulce y ligeramente picante. Siouxsie and the Banshees suenan en el ambiente, a ritmo sincopado junto a las risas, las partidas de mus en el bar robadas a las clases y los novios de paso. Los días pasan fluidos. Exámenes que no cuestan demasiado, muchos amigos, focos nocturnos, en invierno o en verano. Los cines cambian de función, los mirones se vuelven actores en la última fila, y las historias se dividen en líneas paralelas. La de la pantalla se va difuminando, mientras el roce y el calor se hacen reales y lo apartan todo.
Los fluorescentes de la oficina tiñeron de azul el aire, las moquetas llenas de polvo y los despachos vacíos. El resto ha desaparecido bajo montañas de informes, y el la pantalla de ordenador las líneas de números se persiguen y nunca llegan a ningún sitio. Arañas amarillas sobre fondo otra vez azul. Hace frío dentro y fuera. En los altavoces suena “Black or blue”. Una mujer exótica llegó y se fue, sólo quedó el humo del cigarrillo sin dejar nada a cambio. La voz le suplica que se quede pero es tan inútil como el ruido de las teclas flotando a quince metros sobre el Paseo de la Castellana.
Se hundió en el mar y cuando parecía que el fondo no existía, pegó una patada y subió. La tierra se volvió púrpura y Siouxie volvió reírse. La mujer de las veintidós caras se desintegró y es la misma pero es otra. A veces las caricias calientan su cara y aún se avergüenza, otras intenta controlarse y ser lo que parece que se espera de ella, pero el hielo no acaba de salir, y es que cuando una gota de rojo se junta con otra de azul, no se puede volver atrás, por muchos colores que se intenten mezclar
She tries not to shatter, kaleidoscope style
Personality changes behind her red smile
Every new problem brings a stranger inside
Helplessly forcing one more new disguise
Christine-the strawberry girl
Christine-banana split lady
Singing sweet savages lost in our world
This big-eyed girl sees her faces unfurl
Now she's in purple
Now she's the turtle. Disintegrating
Christine-the strawberry girl
Christine-banana split lady
22 faces...disintegrating.
Black or Blue – Suede
There was a girl who flew the world from a lonely shore
Through southern snow to Heathrow to understand the law
There was a boy who loved the noise of the underground
He left the coast and overdosed on that London sound
He said "I don't care if you're black or blue
Me and the stars stay up for you
I don't care who's wrong or right
And I don't care for the U.K. tonight so stay stay"
And then one day she moved away from those garden walls
She left some flowers, he smoked for hours
She understood the law
I don't care if you're black or blue
Me and the stars stay up for you
I don't care who's wrong or right
And I don't care for the U.K. tonight
So stay, stay, stay, stay…
There was a girl who flew the world
lunes, 19 de octubre de 2009
domingo, 18 de octubre de 2009
jueves, 15 de octubre de 2009
El peor texto del mundo escrito mal apropósito.
Abri la preciosa caja dorada con mucho nervio de poder encontrar aquello que tanto anhelaba. Nada más abrir la caja apareció brillante y luminoso.
Allí estaba el anillo, esperándome despues de cincuenta años dentro de la caja. Me lo puse en el dedo y comencé a pensar en Rafael.
Salí corriendo con mucho nervio y miedo y vi al socio de Lourdes que estaba de pie junto al horno. Mi alegría era tan grande que no tuve tiempo de mostrarle mi precioso anillo ya que deseaba salir a la calle a gritar de alegría.
¿¿¿ Malo verdad???
miércoles, 14 de octubre de 2009
miércoles, 7 de octubre de 2009
Habitar un cuerpo como un pozo
es saber que el eco de la piedra está muy por debajo del número cuarenta y tres de mis zapatos.
Que cuando me habitas, entrando y saliendo por los largos túneles que son mi cuerpo
Buscas viajar por un laberinto que te lleve al táctil espejo donde se ve la bestia.
Pero entras y penetras por la imagen apenas sólida en apariencia.
Oscura por demás, como todos los túneles.
Viajes de la ebriedad por el filo del miedo a nuestra muerte.
Aunque se y sabes,
como todos los que prostituyen su miedo para vestirlo, al modo de los niños con los muñecos, de apariencia.
Que todo cuanto se ve es mentira y también cuanto se toca y hasta cuanto se piensa.
Que cada vez que te llamas por tu nombre, o por uno de esos muchos con que te nombra el olvido.
Es el ladrillo que hace el túnel de lo que hablas.
De esa cascara vacía en que nada pasa al deshabitarla.
Por eso, por cada vez que mis ojos se abren tras las muertes cotidianas,
se que no hago más que repetir la historia del mundo,
anteceder a un derribo que como la luz de las estrellas, tan lejanas,
no es más que el ser el instante de paso en un camino.