Mi padre me dejó como herencia además del placer por el cava, una lacra que he llevado a cuestas toda la vida, de la que me gustaría poder deshacerme. Probablemente por esta razón he decidido venir a hablar con ella.casi un año después de recibir su llamada .Estoy nerviosa con el encuentro. He llegado casi 15 minutos antes y la espero sentada en un banco oliendo la ría. Los colores de humedad dan vida al entorno grisáceo……
Desde que nació tuvo una relación especial con la muerte. Vino al mundo sin respirar .No se sabe si por que consideró que todavía no era el momento y fue esta su forma de protestar o realmente porque no tenía ningún interés en vivir por si mismo. Hubo que dedicar un gran esfuerzo para reanimarle algo que ya se incorporo a la rutina diaria de los que vivieron con él. Le pusieron Ignacio en honor al santo de Loyola que fundó los Jesuitas y desde que salio del hospital un agosto caluroso en Granada en 1939 puso toda su energía en buscar la forma por la cual pudiera acabar con su vida.
Comenzó a indagar en el mundo de las enfermedades y empezó a practicar con los ataques de epilepsia pensando que seria algo rápido y fácil pero no funcionó muy bien así que decidió combinarlos con una neumonía crónica. Casi lo consigue con tres años. A los cuatro ya era un experto en caer medio muerto fulminado en el suelo uniendo a sus crisis los ataques de asma y se doctoro con cinco años con difteria y diabetes. Cuando tenia siete toda la familia se traslado a Valencia y allí refino los métodos, logrando una alergia a las palmeras e incorporando a su historial medico por enfermedades, otro por golpes y accidentes caseros. Descubrir el mundo de la electricidad le fascinó y se pasó meses tocando los cables pelados y metiendo los dedos en los enchufes. Un día de tormenta por fin ocasionó un cortacircuito y consiguió de una sola vez, dejar todo el edificio sin luz y quemarse la mano.
La familia decidió, viendo que la salud de todos peligraba mudarse y venirse a Madrid, a la calle Ferraz. Mi abuelo había conseguido un trabajo que marcaría las creencias de todos como abogado de la mayoría de los conventos y órdenes religiosas, incluyendo a los Jesuitas. A partir de entonces le llamarían el Cardenal.
Mi padre ya en Madrid era “honoris causa” en golpes y enfermedades a lo cual se dedicaba en exclusiva dejando que los estudios fueran para sus cuatro hermanos. El mayor Jesús Mari, en esta época ya había sacado un plaza a notarias en Bilbao Joaquín, el segundo estudiaba para Juez y seria años después miembro del parlamento vasco por el PNV. Maria Dolores estudiaría Filosofia y magisterio y Javierito con su carrera de farmacia y óptica se convertiría en el científico de la familia.
A los doce años hubo un hecho que le marcaría para siempre. Iban todos en coche de paseo de domingo viniendo de Toledo y tuvieron un accidente. Un vehículo de frente les embistió Mi padre iba con la abuela en el asiento de delante y detrás Javierito, Joaquín , Maria Dolores y el cardenal. El chofer conducía. Con el choque la puerta delantera derecha se abrió y mi padre vio como perdía al oportunidad buscada al ser mi abuela la que salio disparada sin que él pudiera hacer nada para evitarlo o ponerse en su lugar. Algo cambio en la rutina familiar de la calle Ferraz. Mº Dolores decidió irse a un convento Jesús Mari, desde Bilbao, le retiro el saludo por decirlo de una forma muy educada
A partir de ese día mi padre puso mucho mas énfasis en su objetivo .Su carácter por otro lado se había convertido en muy afable y complaciente hacia los demás. En vez de ir al colegio muchas veces acompañaba al cardenal en sus recados por los conventos. El se lo permitía ya que después de la muerte de mi abuela, se volcó en su hijo pequeño del cual no esperaba ya que fuera algo en la vida. Durante la adolescencia, en el alcohol vio una oportunidad de evasión de la realidad y en el tabaco descubrió un aliado perfecto para acentuar los ataques de asma. El tener carnet de conducir le abrió todo un abanico de posibilidades nuevas con los accidentes de coche. Su boda fue para todos una liberación y un trampa para mi madre que sin saber nada se caso con 22 años con un experto en la destrucción logrando ella alcanzar antes de los 30 una maestría en neurosis agresiva. Los accidentes de tráfico se sucedían año tras año junto con los ingresos en urgencias por causas varias, siendo la de delirium tremens la preferida. Cada vez iba acercándose mas entre golpes y deterioro físico a su objetivo. Por fin, después de 43 años de empeño, lo consiguió la tarde del 1 de enero de 1984 con la ayuda incondicional de un cáncer.
Desde pequeña he tenido una relación muy estrecha con los hospitales y con los bares y la ausencia ha sido mi mejor compañía. Me pasé toda la infancia buscando y huyendo. También aprendí en seguida a no estar en medio sobre todo cuando se juntaban mis padres en un espacio pequeño .Afortunadamente pude escabullirme de casa muchas veces sin que se notara mucho.
No teníamos mucha relación con el resto la familia .Algo debió pasar antes que yo naciera en el reparto de los muebles de la casa de Ferraz a la muerte del cardenal que hizo que Jesús Mari de nuevo retirara el saludo a otro miembro de la familia .Esta vez fue a mi madre. Mi padre, tan solicito con los demás parece ser que iba a dejar primero que sus hermanos, y las cuñadas eligiesen los muebles que querían para que el se pudiera quedar con las sobras algo que mi madre se negó en rotundo aceptar sin mucho éxito. Solo consiguieron un par de muebles y una pintura de una marina que estaba tirada detrás de un sofá que parece ser que nadie quería excepto mi madre que vio su valor. Meses después cuando se dieron cuenta , Jesús Mari, el lider familiar intento que la devolviera. Mi madre como respuesta la colgó en el salón de nuestra casa. Una vez recuperado el honor de su saludo y cada vez que venia de visita, ella lo hacia sentarse delante de la Marina para que disfrutara de la velada viendo como se le retorcía la mueca al beber la copa de vino.
Así que mi contacto con mis ilustres tíos y primos se limitaba a comuniones y otros eventos entre Madrid, Bilbao y Pamplona. Con quien mas relación teníamos era con Maria Dolores, profesora en un colegio en Portugalete . Siempre me lleve muy bien con ella. Fue la única de los hermanos que vino a estar con mi madre en la agonía del hospital cuando a mi padre le ingresaron por última vez y la primera persona adulta que me pregunto que me gustaba hacer.
Recuerdo la última vez que los vi. Fue en Pamplona, el día que murió Jesús Mari de cáncer de pulmón año y medio después que su hermano pequeño. Mi adolescencia inmadura no pudo soportarlo e imitando a Scarlett O`Hara en “Lo que el viento se llevo”, juré que nunca más volvería a ver a la familia de mi padre. Salí corriendo, cogí un autobús y regrese a Madrid para nunca más poner un pie ni en Pamplona ni en Bilbao. Joaquín el político moriría ocho años después también de cáncer y Javierito murió en vida al casarse con alguien que no le permitía respirar por si mismo.
Está saliendo el sol y la ría resplandece. Cierro los ojos recordando… Al abrirlos veo que viene caminando hacia mi. La reconozco al instante. Tiene el pelo blanco y ha envejecido pero es la misma mirada.. Nos abrazamos. Cogidas de la mano bajamos hacia el puente colgante. Quiere enseñarme Portugalete, su ciudad. Tenemos toda la tarde. Han sido 23 años de ausencia.
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