domingo, 20 de abril de 2008

Llamadas

La primera llamada fue hace tres semanas, a las once de la noche. Estaba encogida en el sofá, como siempre, viendo la tele, un programa de seres rubios entre brumas de sueño. Me levanté de un brinco, espantando al gato y tirando el teléfono al suelo. Al otro lado sólo oí una respiración profunda y un clic.
La segunda ocurrió al día siguiente, exactamente a la misma hora. Esta vez alguien se agitaba, luchando por respirar. Al fondo empezó a sonar una melodía atenuada levemente evocadora. Y de nuevo se cortó.
Desde entonces todas las noches el teléfono suena y una voz sin palabras respira, jadea o tose, flotando entre retazos de otros ruidos que vienen y van, nada más. Pero yo los distingo, sé que son distintos, y resuenan en mi cabeza en ecos familiares. A las once un imán me fija al sofá, y mi brazo se estira casi sin querer, la tensión duele.
Hace dos días la voz empezó a gimotear, un lloriqueo fingido, creo que en realidad se reía de mí.
Ayer. De nuevo un ritmo lento, creo que es una mujer, súbitamente se para, y tras segundos de muerte vuelve. Detrás distingo un silbido rallante, cuchillo sobre metal y un gemido, otra vez esa música, ¡no quiero oírla! Corro a la cocina, abro el cajón y cuento, están todos menos uno, como debe ser. Es imposible que lo encuentren y además lo limpié todo…
Hoy espero sentada, mirando fijamente las grietas de la pared que fluctúan y parecen abrirse. Detrás hay manos que quieren cogerme, es ella, quiere atraparme pero yo sé que viene y no me pillará desprevenida

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